viernes, 13 de diciembre de 2013

SILVIO JOSÉ, DESTRONADO: UNA NOVELA GRÁFICA PICARESCA


Hace un par de días hablaba de Los surcos del azar, de Paco Roca, y de No os indignéis tanto, de Manel Fontdevila, como dos cómics españoles recientes que retrataban desde dos diferentes perspectivas el momento actual en el que se encuentra España. De ambos se pueden extraer algunas conclusiones sobre lo que nos ha llevado a donde estamos (la mierda absoluta, por si alguien aún no se ha dado cuenta). Pero hay un tercer tebeo que he leído recientemente y que acaba de completar esa trilogía de España, dando una pincelada más a nuestro autorretrato esperpéntico. Es el Silvio José, emperador (Astiberri) de Paco Alcázar el que pone la pieza final del mosaico.


Paco Alcázar lleva ya años (probablemente más de los que él esperaba) haciendo media página semanal de Silvio José en El Jueves, y éste es el tercer libro que publica recopilando sus andanzas. Como en una especie de actualización de los viejos modelos de la Escuela Bruguera, Alcázar ha creado un personaje-estereotipo basado en una figura característica de la sociedad que le rodea, y le hace protagonizar historietas autoconclusivas muy breves pero muy densas, de ritmo intenso y abundancia de acontecimientos. Proyectándolo sobre los tiempos que vivimos, podríamos decir que cada semana Paco Alcázar plantea una micronovelagráfica de apenas seis viñetas, pero con un contenido narrativo que se podría descomprimir a lo largo de centenares de páginas. Y me atrevo a decir que así sucede en la mente del lector.

Como todos los estereotipos sometidos a la explotación semanal, el de Silvio José y su extraordinaria galería de personajes secundarios también corría el riesgo de agotarse con el uso, de manera que para el material reunido en Destronado, Paco Alcázar decidió alterar un poco las reglas del juego y sacar al protagonista de su comfort zone -es decir, el salón de su casa y su dormitorio, donde siempre está soberbiamente atendido por su padre- y lanzarlo a ver mundo, a ver qué pasaba. Este recurso tal vez desesperado ha acabado ampliando el alcance de la serie y su proyección de tal manera que probablemente este libro sea el mejor hasta el momento.

Silvio José, pues, se lanza a una odisea, perdido fuera del hogar, pero su relato más que homérico se asemeja a una novela picaresca. Como en un Lazarillo moderno, en este Destronado las vicisitudes de Silvio José, que rueda de mano en mano sin un pedazo de pan duro que llevarse a la boca, tienen tintes de retrato social y de sátira de costumbres, pero por encima de todo reafirman los rasgos del personaje principal y confirman que la serie es una especie de recreación miniaturizada y deformada de la historia reciente de España.

Silvio José tiene 45 años, así que pertenece a mi generación. Y mi generación es la primera que se educó durante la Transición y con la democracia. La primera que supuestamente estaba destinada a iniciar una nueva etapa política y social en una España que había pasado décadas en el grisáceo y aislado retraso de la dictadura. En realidad, a los que nos acabaron llamando «Generación-X» cuando nos hicimos mayores de edad (da un poco de vergüenza decirlo ahora que ya somos unos señores, ¿verdad?) nos educaron, perdón, nos adiestraron para ser la primera generación radicalmente despolitizada e infantilizada, la primera generación que rechazó su realidad inmediata y prefirió entregarse al consumo, cortando siempre que fuera posible los lazos con la comunidad, la tradición y la familia. Es fácil imaginar a Silvio José Pereda como un monstruo, pero yo me reconozco demasiado en él para verlo así. Es sólo la sátira deformada de una generación convertida en pasto del consumo y sistemáticamente esterilizada. «Forraje de la bestia» que pasa doce años siendo víctima del monstruo Grendel y que pasará otros treinta y cuarenta esperando que alguien venga a rescatarla, con todo el peligro que ello conlleva, por supuesto.

Silvio José es un individualista que sólo busca el placer instantáneo, y que ha rechazado su historia (su desmemoria es el olvido del que hablan Los surcos del azar y No os indignéis tanto) y por tanto su identidad. Toda su personalidad no pasa de ser un conjunto de rasgos neuróticos producidos por los dictados de la cultura capitalista. Viene a ser como un ratón que pasa encerrado toda su vida en un laberinto, aprendiendo a encontrar el queso que una mano providencial y desconocida le entrega como sustento. Tan deformado está ya que incluso cuando se le saca del laberinto se muestra incapaz de reaccionar, y sólo sabe ya repetir los mismos movimientos a la espera de que la providencia desconocida siga acudiendo al rescate. Alguien se ocupaba de mí antes, alguien tiene la obligación de seguir haciéndolo. Silvio José es, digámoslo así, el hijo de la Cultura de la Transición basada en las subvenciones y el paternalismo del estado.

Podríamos decir que incluso cuando Silvio José hace gala de valores democráticos es más debido a su propia ignorancia y ensimismamiento que a un compromiso lúcido y consciente. Por ejemplo: no es racista de hecho, pero no lo es simplemente porque no es capaz de reconocer la diferencia. Es ciego a cualquier hecho político y social que se presente de forma real ante él y que no esté filtrado por un producto virtual que ya incluya en sí las enseñanzas simplificadas, sea un videojuego o sea una película de Steven Seagal.

Esta desmemoria eterna en la que vive Silvio José se reafirma con el «FIN» que puntúa la última viñeta de cada micronovelagráfica de la serie. El ciclo termina continuamente sin dejar huella, y empieza siempre de nuevo como si no hubiera pasado nada en la siguiente entrega. Los acontecimientos son así irrelevantes, la historia se niega y la pasividad se postula como única estrategia válida.

Silvio José abandona el hogar paterno cuando finalmente es expulsado a la calle por una nueva novia de su padre. Pero el chiste está en que para el padre el cambio no supone una liberación, sino simplemente la sustitución de un tirano por otro, como si por más que intentara cambiar el sistema lo único que consiguiera es que dos partidos que se reflejan el uno al otro se sustituyeran en el gobierno sin dejar lugar para alternativas. Con su nueva novia o con Silvio, el destino del padre es el mismo: servir. Pero servir a regañadientes, por supuesto, pues el padre representa fielmente esa mentalidad sumisa y a la vez infeliz de los españoles, que parecen necesitar un tirano para existir. No para servirle, que es algo que por supuesto deploran, sino para justificar sus propios fracasos. Es la diferencia generacional entre los españoles educados con Franco y los españoles educados en la democracia. La pregunta que uno podría plantearse es: ¿qué va a pasar con todos estos cuando sus ya veteranos cuidadores se retiren?

Dentro de Silvio José se contiene una subserie que en cierta medida extiende y profundiza esta sátira nacional para llevarla hasta sus últimas consecuencias. Si cada obra maestra ha de contener dentro de sí su propia parodia, Silvio José se autosatiriza con las historietas de «La Ley del Zoológico», donde se proyectan las fantasías de un Silvio José que no deja de ser un pringado con delirios infantiles de grandeza sobre un director del zoológico que es un pringado con delirios infantiles de grandeza al que todo el mundo hace caso. La ley del Zoológico a la que acude constantemente para justificación de sus actos arbitrarios, caprichosos, injustos e indefectiblemente nocivos es la justificación improvisada de cada capricho del gobernante. La tiranía legalizada, tal y como se está implementando en nuestra realidad. En esa miniatura de España que es el zoológico no importa tanto de dónde procede la legimitación del poder (¿por qué detenta su cargo el director? ¿qué límites tiene?) sino que el poder se legimita a sí mismo. Ésa es la Ley del Zoológico. También podríamos llamarla la ley de las urnas o mayoría absoluta.

Silvio José es la gran farsa protagonizada por el ciudadano medio de nuestros días -se supone que la generación de los 45 es la generación protagonista de cada momento histórico- que habita (dormita) en el mundo descrito en Los surcos del azar y No os indignéis tanto. Es casi inevitable desear que la Generación-X sea barrida cuanto antes del escenario y la sustituya una mejor y más competente. No debería de ser muy difícil.

EL CUARTO MOSQUETERO: La trilogía de España de este 2013 que conforman Los surcos del azar, No os indignéis tanto y Silvio José, destronado tiene en realidad que ampliarse con un cuarto título que completaría un racimo insólito en la historia de nuestras viñetas. La obra que no debemos olvidar y que completa este panorama es Nela (Astiberri), de Rayco Pulido, una adaptación de Benito Pérez Galdós que busca las profundas raíces de nuestra miseria en el siglo XIX, y de la que ya escribí algunas palabras en esta entrada de Mandorla.

LA ISLA: He escrito estas líneas escuchando el último y maravilloso disco de Van Delay, uno de los grupos de Paco Alcázar. Se titula La isla y se puede descargar de la página de Bandcamp del autor. Más información, aquí: La isla.

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