sábado, 31 de diciembre de 2011

viernes, 30 de diciembre de 2011


ATTENTION!!


OUT OF THE FOLIAGE


WITH ALL THE WEIRDNESS HAPENNIN' LATELY


MOVE


YOU DON'T UNDERSTAND


IT TOOK YOU LONG ENOUGH


EVERY NET


IT'S BOILING!


LA CHICA SILVESTRE


Habrá quien piense que Mireia Pérez lo tenía muy fácil para su debut en formato largo. Se había hecho muy conocida a través de las redes sociales (más conocida quizás de lo que su escasa obra justificaba), había encandilado a críticos y editores, tenía un estilo moderno y reconocible que se había demostrado comercial en nuestro país en la obra de Sfar y, por supuesto, era una mujer joven y con personalidad, y en nuestro mundillo, según parece, ser mujer sigue siendo noticia.

A mí, por el contrario, me parece que todo eso se lo ponía muy difícil a Mireia. Las expectativas (o el hype) eran muy altos, y yo sé que hacer una historia de 100 páginas no es lo mismo que ocho viñetas; y presentarse con sus influencias tan a la vista, tan desnudas, era poner la cara al frente para recibir la lluvia de halagos o de trompazos. Se vea como se vea, un acto de valentía. De personalidad. Pero aún así, arriesgado.

Por eso me ha producido tanta alegría ver que en La muchacha salvaje 1. Nómada (Sinsentido, 2011), obra ganadora del IV Premio Fnac-Sinsentido de Novela Gráfica, Mireia confirma todo ese talento que ya había ido enseñando poco a poco, y confirma que ese talento da para cosas grandes también. Y para lo que quiera, sospecho, pero eso ya lo veremos en el futuro. Página tras página, he disfrutado la lectura de este libro como una revelación. Hay un infinito de posibilidades en sus viñetas, y el único motivo por el que no estoy deseando que maduren es porque para entonces seré ya un hombre viejo, y nadie tiene prisa por envejecer. Disfrutemos, pues, de la Mireia Pérez joven y primeriza, y de su espléndida inmadurez.

La muchacha salvaje ha acabado siendo una primera parte de una trilogía, lo cual ya da idea de los problemas a los que se enfrenta un autor novel que aborda el arte de hacer novelas gráficas. Desarrollar una historia compleja es un proyecto de envergadura que no es fácil resolver en los plazos previstos. La solución es recurrir a esa vieja instancia del cómic comercial de siempre, la serialización. El problema es darle entidad propia a cada entrega, hacer que tu historia sean tres libros y a la vez uno solo. En ese empeño, Mireia se queda a medias. Nómada es una lectura completa, pero te quedas con ganas de más. Manejarse en las distancias largas requiere cierta experiencia, y su falta se nota también en algunos problemas de estructura o en ciertos detalles de narración que podrían haberse pulido. Quien lea Mandorla sabrá que no soy precisamente de los que reclaman la perfección formal como baremo de calidad. Prefiero el talento al oficio, y en eso Mireia gana de sobra, afortunadamente. Pero estos detalles creo que no benefician a la obra porque no encajan con el tono que se ha buscado, que es más bien clásico, y estoy seguro de que la autora los irá puliendo en el futuro.

Por otra parte, la mayor parte del libro es un festival de dibujo y color, una experiencia prácticamente sensual -a su manera, una celebración gráfica movida por el mismo entusiasmo que anima las Aventuras de un oficinista japonés de José Domingo de las que hablaba ayer-, donde se deslizan gotas de inteligencia muy avanzada. Es brillante la manera en que Mireia ha resuelto los diálogos del libro, evitando la torpeza fácil de ensayar algún tipo de simulacro de primitivismo para optar por un estilo contemporáneo muy natural. Quizás el libro más parecido (aparentemente) a La muchacha salvaje que he leído en los últimos años sea The Sanctuary (Fantagraphics, 2010), de Nate Neal. El parecido está en que también relata una odisea cavernícola. La impresión es que Neal se ha documentado mucho más que Mireia, y que se ha esforzado mucho más por representar de manera fidedigna los tiempos adánicos, y sin embargo La muchacha salvaje, con su desacomplejada contemporaneidad, resulta mucho más verosímil, más realista.

La anónima y silenciosa protagonista de La muchacha salvaje abandona su tribu recolectora en las cavernas tras ser repudiada por su padre, e inicia un viaje iniciático de corte clásico en el que vivirá su travesía del desierto, sus encuentros con mentores y amenazas, acumulará conocimientos y volverá a casa para salvar a su comunidad en peligro. Privada del habla, tal vez porque de momento no tiene nada que decir, ya que sólo está aprendiendo, su atributo distintivo son los ojos, inmensos y abiertos de par en par, por los que engulle con avidez el mundo que le rodea. Desde Laura Mulvey, la mirada ha sido un punto de discusión clave para la historia del arte feminista, y en cierta medida es la mirada de la chica silvestre la que deconstruye la invención social del género contra la que se rebela en su búsqueda. Evidentemente, la muchacha no está contenta con el papel que le han asignado, pero para descubrir quién quiere ser o quién es, necesita conocer otros modelos, y necesita superarlos. Para recuperar la (fálica) lanza, por ejemplo, antes necesita doblegar la violencia del hombre oscuro dominándolo sexualmente, y mostrando al final que, al contrario de lo que cree su propio padre al inicio del libro, no es que no le gusten los hombres, es que sólo acepta el sexo bajo sus propias condiciones.

Sin embargo, el viaje feminista no es el más interesante de los que realiza la muchacha salvaje en su nómada peripecia de este primer libro, sino el viaje artístico. Es el arte de sus pinturas rupestres el que verdaderamente provoca el conflicto en su sociedad, el que introduce la quiebra de los valores institucionales, y el que proporciona por fin la sabiduría nueva y redentora: el arte que ha aprendido de ella le permite a su hermana pequeña darle una clave del destino de la tribu, y abrir así la posibilidad de que la muchacha acuda a su rescate (previsiblemente en el segundo volumen). Ese discurso profundo es el más universal e inspirador de La muchacha salvaje, ya que propone la práctica del arte como un acto de responsabilidad social, que es precisamente uno de los desafíos a los que se enfrenta el cómic contemporáneo si quiere dejar de ser una reliquia de una era muerta para enfrentarse al futuro.

Sospecho que el segundo volumen de La muchacha salvaje me va a sorprender mucho. Espero no tardar en averiguarlo, porque quiero leerlo antes de haberme convertido en un hombre viejo. Y además, estoy deseando saber qué va a hacer Mireia después. Cualquiera sabe.

jueves, 29 de diciembre de 2011

UN VIAJE MÍSTICO



¿Sabéis lo que echa uno de menos en América? Vale, sí, el jamón serrano, de acuerdo. ¿Y qué más? OK, el queso manchego también, cierto. Hay quesos, sí, y los llaman manchegos «españoles», pero... bueno, no entremos ahora en eso, yo venía aquí a hablar de otra cosa: de tebeos españoles. De BUENOS tebeos españoles que se están publicando ahora mismo aquí y que justifican que uno venga a la vieja patria a recogerlos con las propias manos y leerlos con los propios ojos que se han de comer los gusanos. Y eso he hecho estos últimos días, leer un buen puñado de tebeos españoles publicados durante los últimos meses. Y algunos me han decepcionado, cierto, y otros me han sorprendido. Y hay material flojito, y hay material bueno, y hay material EXCEPCIONAL. Véase el ejemplo: Aventuras de un oficinista japonés (Bang, 2011), de José Domingo.

A simple vista es, desde luego, el tebeo más extraordinario del año. Formato gigante, tapa dura, color, despliegue gráfico deslumbrante y ausencia total de texto. O sea: un puñado de dinamita para hacer saltar por los aires los prejuicios sobre la novela gráfica. Aún más: aunque Aventuras de un oficinista japonés es una obra claramente para adultos, se presenta como si fuera un libro ilustrado para niños. Lo cual es apropiado, porque en lo más íntimo es el manifiesto de una generación que se ha hecho adulta agarrada a la infancia. Por eso, el viaje del protagonista (la filiación japonesa del Oficinista es una referencia nada superflua) no es tanto un viaje por la geografía del mundo físico, sino por el mapa de la imaginación interior alimentada por décadas de cultura basura. Podríamos decir que es la búsqueda de la identidad propia en las cosas ajenas, lo cual suena muy místico, pero es que éste es un libro místico, aunque parezca de juguete. En eso se parece también a los de Max, como en otras cosas se parece a Geof Darrow, a Chris Ware, a Yokoyama o a Pere Joan, por ejemplo. Y todo eso hace que se parezca únicamente a José Domingo. Pero me desvío... Tengo tantas notas sobre este tebeo que genera tantas ideas y tantas sensaciones, que me pierdo en su marea de detalles, como sin duda es la intención del autor. La secuencia de la hoja es una de mis favoritas por la manera en que condensa el tema del libro: la transformación del personaje por el encuentro con un azar irresistible, el dejarse arrastrar por las circunstancias externas, y el reencuentro con uno mismo tras haber vivido la experiencia. Pero la experiencia no nos transforma, nos deja tal y como estábamos, aunque en otro sitio, y continuamos por nuestro mismo camino, sabiendo tal vez únicamente algo más de quienes somos por simple contraste con quienes no somos. El capricho es el gran designio divino, y cada vez que pisamos la calle un viento irresistible nos puede arrastrar al confín del mundo, como le pasaba al protagonista de Sentimental, la novela de Sergi Pàmies, como le pasaba a tantos héroes clásicos y posmodernos que han seguido los pasos de Ulises. Esa caída constante y sin frenos, ese avance imparable que nosotros mismos ni podemos frenar ni dirigir, queda perfectamente expresado en la perspectiva axonométrica que rige rigurosamente todo el tebeo: un horizonte infinito que viene de ningún lado y va a ningún lado, por el que el Oficinista Japonés sólo se puede deslizar, siempre en la misma posición, estático, mientras el mundo, el decorado, cambia alrededor de él. Ése es el verdadero viaje místico moderno que expresa la metáfora del videojuego de plataformas con la que resulta tan obvio relacionar este tebeo. Y, sin embargo, sus raíces son mucho más clásicas de lo que parece. En parte, es como los rollos japoneses, que se despliegan poco a poco y, siendo una sola imagen, transmiten esa sensación de descubrimiento a medida que nuestro ojo encuentra en ellos el mundo representado. Y aún más, también me recuerda a los tebeos de Rodolphe Töpffer, los tebeos que están en el principio de los tebeos (tal y como hoy los conocemos), donde un personaje es vapuleado por las circunstancias y el azar, llevado en volandas como una hoja en una sucesión de peripecias cómicas sobre las que no tiene control, mientras en todas y cada una de las viñetas lo vemos de cuerpo entero, en la misma perspectiva, en una repetición fija y eterna de un cuadro objetivo que parece la representación de la mirada de Dios, o de nuestra mirada, vaya, que a estas alturas es lo mismo.

Esa conexión íntima con Töpffer es la conexión íntima con la disciplina del dibujo y la imaginación, del capricho, como decía antes; el motor invisible del cómic desde sus orígenes hasta nuestros días, la expresión de una verdad que se puede dibujar pero no escribir. Y esa verdad está en este inmenso inmenso inmenso tebeo de José Domingo. Que sólo por venir a leerlo ya ha merecido la pena cruzar un océano.

lunes, 26 de diciembre de 2011

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 23: EL CASO SIN CRIMEN


(PARTE DEL CAPÍTULO LAS MEJORES HISTORIAS DE BATMAN)

EL CASO SIN CRIMEN

Win Mortimer

Detective Comics 112 (1946)

Casi la segunda parte del anterior, en esta delicada y rara joya el Detective Enmascarado aparentemente tampoco consigue desentrañar el misterio, pero por fortuna ahí está Bruce Wayne para llegar hasta donde no llega el superhéroe. La magnitud del caso planteado es ridícula. No se trata de detener al Joker, ni de impedir que un megalómano conquiste el mundo, ni siquiera de arrestar al último amo del crimen de Gotham. En una tienda de disfraces de la que son clientes Bruce Wayne y Dick Grayson, desaparecen 99 dólares exactos. Nadie sabe qué ha pasado con ellos, y se trata de la cantidad precisa de dinero que basta para, sin ser una calamidad económica, destruir completamente la confianza que existe entre cuatro personas: el dueño, el gerente y la joven pareja de empleados. Repleta de humanidad, esta comedia humana ve a Batman y Robin correr ciudad arriba y abajo para encontrarse con la dependienta disfrazada de Catwoman que finge un robo de joyas en un baile de disfraces cuyo premio quería ganar para restituir el dinero desaparecido y el buen ambiente; al dependiente empeñado en el mismo objetivo, pero queriendo pegarse con un matón de feria para conseguirlo; al gerente entrando sigilosamente en la tienda el domingo con las mismas intenciones, y enzarzándose en la oscuridad con el propietario, que iba allí con igual objetivo. Todos quieren devolver el dinero que nadie se llevó, pero eso no solucionaría el problema de la confianza al que Batman y Robin dedican horas que podrían emplear en perseguir algún delito serio. Pero ése es el espíritu de la historia, una comedia humana cargada de ternura que, con Estados Unidos recién salido de una guerra devastadora, exalta el valor de los individuos, su decencia y su bondad, y lo hace forzando una sonrisa a pesar de las circunstancias, portando el estandarte del New Deal. Moviéndose con la ligereza de pies y el emotivo desenfado de un Lubitsch adaptado al tebeo, “El caso sin crimen” se beneficia del trabajo extraordinario del siempre brillante Win Mortimer, que aquí depura las constantes gráficas de los tebeos de Batman de la época para dibujar con un estilo completamente suyo, a medio camino entre la fluidez de Robinson y la rotundidad del modelo Kane.

viernes, 23 de diciembre de 2011

SUPERVILLANOS: MICK JAGGER

Estoy viendo Gimme Shelter, de los Maysles, cuando de pronto aparece en pantalla Arcade:


Arcade es un viejo villano Marvel que tiene un parque de atracciones llamado Murderworld donde mata a sus víctimas:


Pero no es él, es Mick Jagger en 1969.

A su lado, Keith Richards parece la calavera de la muerte.


Al final, todo tiene sentido: Altamont es el Murderworld hippie.

jueves, 22 de diciembre de 2011

UNA DE LAS PREOCUPACIONES ESENCIALES EN EL MUNDO DEL CÓMIC

«Parece que una de las preocupaciones esenciales en el mundo del cómic, desde hace ya unos años, es la de establecer y dejar bien sentado de una vez por todas, que el cómic es un arte. El sentido de culpa, o incluso de disculpa innecesaria, tanto en dibujantes, guionistas o editores se ha dejado sentir de un modo notable.

El octavo arte, o cuando el cómic es arte, son calificativos frecuentes. Nosotros creemos que más allá de estas imprecaciones a la dignidad, hay un fenómeno más cercano y directo: la visión analítica, crítica o sintética de una sociedad. El cómic esencialmente lo entendemos como esto, una lectura de los devenires sociales. Lectura esquemática y de óptica plural, pero ante todo directa. Así lo propicia el nivel de lectura del grafismo.

No pretendemos por tanto pasar a las serias repisas del arte. Ya varias veces los movimientos de vanguardia han tenido que apelar al anti-arte, para que más de un devaneo artístico cayera en la ignominia de su vacuidad.

Tampoco pretendemos aquello de "deleitar enseñando", si nuestro cómic es lugar de placer tanto mejor, que no condición esencial. Tampoco queremos aleccionar a nadie.

Simplemente se trata de esto: algo que surge obligadamente de nuestra (...) sociedad».

Texto de contraportada de Simplísima. Aventuras pornopolíticas de una chica en la España postfranquista (Bufafurats, 1980), de Julio Amat y Jaime Romeu.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL DESENCANTO (AVENTURAS PORNOPOLÍTICAS DE UNA CHICA EN LA ESPAÑA POSTFRANQUISTA)


Este domingo en el Rastro desenterré esta joya por dos euros de uno de los puestos del Campillo: Simplísima. Aventuras pornopolíticas de una chica en la España postfranquista. Monjas masoquistas, mujeres desnudas torturadas por nazis, policías reprimiendo manifestaciones de progres a palos. Y la Sagrada Familia. Todo junto en la portada. Ya me diréis si era como para dejarlo pasar. Los datos: álbum de 44 páginas en blanco y negro, con guión de Julio Amat y dibujos de Jaime Romeu. Publicado en 1980 por Bufafurats Comics.

Simplísima, como su título ya apunta, es una novela (gráfica) picaresca que sigue la clásica ruta de la pérdida de la inocencia de la protagonista a través de sucesivos encuentros sexuales. En la primera escena encontramos a Pilar, apenas una adolescente, a punto de abandonar el nido familiar para integrarse al mundo del trabajo en unos grandes almacenes. Allí es donde se produce su desfloración, a manos (u otras extremidades) del jefe de sección, que nada más verla decide que debe pasársela por la piedra, como a todas las demás empleadas.

Efectivamente, ésta es sólo la primera de muchas de las escenas que nos resultan de alarmante actualidad hoy en día, 31 años después de la publicación original del libro.

Aprendida su primera lección, Pili vuelve a casa, donde, todavía no repuesta del soponcio, es violada por su padre:

Quebrada la fe en el sistema económico capitalista y en la institución familiar, a Pili sólo le queda el recurso de refugiarse en la paz espiritual de la fe, y aconsejada por el padre Venancio, ingresa en un convento. Pero allí no tarda en descubrir la dolorosa realidad de la vida de clausura:


Rebotada del convento, se redescubre a sí misma en brazos de Rubén, un activista de un partido de izquierdas que le enseña una nueva fe, la política. Pili se entrega completamente a la causa, y finalmente eso le lleva a entregarse al líder del partido, un tipo con apariencia de millonario que se desplaza en Rolls Royce, cena en los mejores restaurantes de la ciudad y tiene acciones de General Motors, al tiempo que predica el comunismo. El Líder izquierdista intenta violar a Pili en su lujosa mansión con espejos en los techos, pero tras un primer gatillazo, sólo lo consigue cuando la ata y azota con un látigo, disfrazado de nazi:


Llegados a este punto, el desencanto de Pili con todas las instituciones sociales, familiares, económicas, religiosas y políticas es absoluto, y una vez realizado su aprendizaje, toma la determinación de vengarse del mundo. En su misión le apoyará Marqués, un misterioso personaje mefistofélico que ha sido testigo de todos sus tropiezos, y que finalmente le abre los ojos a su propio poder. Marqués es el mentor de la heroína.

En su camino de venganza, Pili se hará millonaria recurriendo al chantaje y el asesinato. Precisamente ese instante culminante lo subraya una de las (muchas) páginas magistrales de Simplísima, donde Tánatos y Eros chocan con una crueldad y un cinismo perturbadores:


Pili celebra su boda con el rico heredero a quien sólo quiere por sus caudales con una fiesta a bordo de un yate. Allí reúne a todos los personajes -amigos, amantes- que ha conocido a lo largo de su pasado, y los hace volar por los aires. Empieza así una nueva vida desde cero, libre del peso del pasado, acompañada únicamente de su fiel Marqués.

Hay una salvaje amoralidad en la venganza de Pili que acaba por imponerse a la fuerza del erotismo. Al final de su viaje, Pili, feliz, elige y rechaza a quien quiere y en las condiciones que quiere. Tras un coito playero en un paisaje paradisíaco, su amante, desconsolado por la indiferencia de Pili, le suplica amor, y ésta contesta: «Intento estar por encima de las cosas... debajo ya estuve. ¡Adiós!»

Ha completado su transformación en supermujer. En la última escena, mientras pasea por la playa, sólo le puede acompañar el viejo y servicial Marqués, que es de este mundo, «pero no de este tiempo». Sólo el hombre dócil y castrado, el criado útil, es tolerado en presencia de la diosa.

Pero más que como manifiesto feminista, Simplísima impresiona como proyecto político. Tomado como alegoría de la Transición, en la que Pili representaría a la naciente democracia que se va desencantando de los intereses espurios y viejunos de cada sector de la sociedad que intenta aprovecharse de ella, plantea que la única salida es dinamitarlos a todos, romper sin remordimientos con el pasado y empezar de nuevo a partir de los valores inmutables y auténticos, los que ya están pasados de moda, como Marqués.

Hoy sabemos que realmente la profecía era real, y que la Transición fue una violación en serie de la democracia cuyas consecuencias estamos pagando ahora, pero la clarividencia de Amat y Romeu en 1980 es verdaderamente escalofriante.

Éste es un verdadero cómic de autor de su tiempo, un tiempo extraño y mistificado, donde profesionales baqueteados que tenían una larga experiencia como dibujantes de agencia intentaban reconstruir un arte de hacer cómics libre, a partir de las fórmulas y los géneros del pasado. Romeu, ya cincuentón por entonces, es un dibujante clásico, pero de dotes considerables, que aquí se atreve incluso a plantear viñetas tan osadas como ésta: un contrapicado donde ha desaparecido el plano del suelo sobre el que se alzan los personajes:


No digo que la idea sea precisamente un éxito, pero el hecho de planteársela demuestra que Romeu está intentando romper con todo lo aprendido y descubrir nuevos resquicios para seguir haciendo cómics modernos. Las aventuras de Pili son pornopolíticas, y la palabra no puede definir mejor el instante: el destape tiene un sentido político, la política tiene un sentido pornográfico. Hacer tebeos es algo urgente y radical, y el país avanza con rabia y con impaciencia hacia algo desconocido. Y avanza con desencanto, también. Porque a veces, el momento en que permitimos que nazca una esperanza es el momento en que empezamos a sentir la decepción.

martes, 20 de diciembre de 2011

1971

En el Extra de Navidad de 1971 de la revista Trinca se publicaba una encuesta de tres preguntas realizada a sus dibujantes. Aparte de la curiosidad de que la respuesta de cada dibujante fuera acompañada de su foto y datos tan concretos como su dirección («Cerro del Castañar, 32, Mirasierra, Madrid-34», ¿quién publicaría hoy en día esa información?), me resulta interesante revisar muchas de las respuestas que dan los profesionales de la revista que simbolizaría más que ninguna otra la apertura artística de la historieta del tardofranquismo y los primeros pasos del cómic de autor en España. A continuación entresaco algunos fragmentos. Quien tenga interés por el documento completo, encontrará al final del post las tres páginas escaneadas. Hace cuarenta años exactamente.

1. ¿Cómo ves actualmente el cómic en España?

Juan Arranz: De una manera bastante optimista. En estos momentos hay algunas editoriales que están «rompiendo moldes» y editan publicaciones de una calidad, en cuanto a impresión, papel, guión y dibujo, que indudablemente en un futuro próximo «deben» imponerse en el mercado, con lo cual espero y deseo que esas publicaciones de «a duro», que, por desgracia, marcan la pauta en España, acaben desapareciendo.

Víctor de la Fuente: Lo veo bien, en términos generales (...)

Chiqui de la Fuente: Pese a lo que muchos opinen, lo veo en alza constante. Buena prueba de ello es que, por diferentes medios de comunicación, como pueden ser la televisión y la prensa diaria, se ocupan ya del cómic, cosa que años atrás parecía una quimera (...)

Juan Bernet Toledano: ¡Bien! (...)

Gabi: De una manera estupenda (...)

José García Pizarro: Creo que atravesamos una época de auge de la historieta en nuestro país como no se ha conocido antes (...)

Jaime Brocal Remohi: (...) Hacia el extranjero se ven nuestros trabajos, mientras que somos ignorados por el lector español.

José María Fernández Bielsa: En general, mal; prueba de ello es que los dibujantes españoles, casi en su mayoría, tienen que trabajar para otros países (...)

Adolfo Buylla: En los quioscos y, afortunadamente, en gran profusión (...)

Hernández Palacios: En franco desarrollo (...)

Calatayud: El cómic camina por rumbos nuevos, de los que cabe esperar mucho, sobre todo si se logra un cómic de altura.

2. ¿Qué valor tiene el cómic como vehículo de comunicación?


Arranz: Como un medio audiovisual que es, exactamente el mismo que pueda tener la prensa, la televisión, el cine... (...)

Víctor de la Fuente: Como valor de comunicación, el mismo que el cine, pero más permanente, ya que mantiene sus afirmaciones en el tiempo (...)

Chiqui de la Fuente: El cómic, para su juventud, creo que puede ser un vehículo de comunicación, como lo puede ser el cine o cualquier otro tipo de medio (...)

Bernet Toledano: Para mí, es el vehículo más rápido para llegar a que los niños y jóvenes comprendan perfectamente lo que leen (...)

Gabi: (...) Un buen cómic tiene tanto impacto como una buena película, un buen libro o una buena emisión de televisión.

García Pizarro: Creo que inmenso, pues tiene enormes posibilidades en cualquier campo que se le aplique (...)

Brocal Remohi: El cómic es un medio potente y sin explotar en este sentido. Si la historieta es un arte para masas, esa denominación no indica necesariamente que su calidad haya de ser media o inferior. Debemos conseguir que la etiqueta «para masas» catalogue todo aquello que sea de óptima calidad, pensado y hecho para un público culto. La historieta debe llegar a ser escrita con mayúscula. Debe superar a la literatura y en ese camino y no en el de simple evasión sin consecuencias, creo que alcanzará su más alto valor.

Bielsa: (...) A mi modo de ver, pienso que hasta ahora la historieta no ha alcanzado un grado aceptable de madurez como tal vehículo de comunicación.

Buylla: Más grande que el que se le supone, pues, aunque el texto venga en una lengua endiabladamente extranjera, sólo las ilustraciones pueden decir muchas cosas.

Hernández Palacios: Dependerá, supongo, de lo que se trate de comunicar. En cuanto a medio o procedimiento es tan válido como cualquier otro (...)

Calatayud: Como cualquier medio de comunicación de masas, el cómic en la época actual alcanza la misma categoría como vehículo de comunicación.

3. ¿Cuáles son, en tu opinión, los mejores dibujantes?


Arranz: Para mí, el buen dibujante es aquel que, cuando veo un dibujo suyo puedo decir sin la más ligera duda: éste es de Zutano Pérez.





lunes, 19 de diciembre de 2011

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 22: EL CASO QUE BATMAN NO PUDO RESOLVER


(PARTE DEL CAPÍTULO LAS MEJORES HISTORIAS DE BATMAN)

EL CASO QUE BATMAN NO PUDO RESOLVER

Jerry Robinson

Batman (1942)

Descubrí esta historia de Batman y Robin en un espectacular álbum gigante publicado por Editorial Valenciana en 1976, y sometida a la revisión adulta no sólo soporta el examen, sino que arroja abundantes argumentos a favor del Batman de la Edad de Oro. Sensacionalmente dibujado por Robinson, un verdadero monstruo que despliega un trazo expresivo, elegante y flexible y que narra con un sentido del espacio, el ritmo y la composición muy por delante de su época, “El caso que Batman no pudo resolver” es un ejemplo clásico de guión detectivesco a la usanza de los problemas lógicos de Ellery Queen o Gaston Lerroux. Dana Drye, el mayor detective del mundo, convoca a una conferencia a los mejores investigadores criminales del planeta, y apenas ésta ha dado inicio es abatido por un disparo procedente de la ventana. Lo complicado es que la reunión se celebraba en el piso quince, y nadie se explica quién ni cómo ha podido matar al gran patriarca de los sabuesos. Dotada de humor a raudales, desenfado, acción viva y más de una sorpresa por página, “El caso que Batman no pudo resolver” deleita a los amantes de los cuentos construidos con cariño artesanal. Los tipos que se dejan ver por la historieta son fascinantes. Entre los detectives, cada uno representa un estereotipo: Sir John es un defensor del racionalismo científico procedente de Scotland Yard, el sheriff Ezra Plunkett es el paleto con instinto, la joven y atractiva Grace Seers escribe novelas de misterio y los resuelve en sus ratos libres, el Dr. Tsu es el “cazador de hombres oriental” de la Chinatown de San Francisco y, por supuesto, no falta cierto millonario traumatizado que se disfraza de mamífero volador y aporrea delincuentes en compañía de un niño que viste calzoncillos verdes y capa amarilla. En el bando de los facinerosos, una colección de tipejos exquisitamente retratados por Robinson con cuerpos ondulantes y chupados y narices afiladas delatoras de la maldad. El asesinato de Drye se convierte en un desafío para las mentes más claras de la lucha contra el crimen, y la accidentada investigación da para momentos tan pasmosos como Batman diciéndole a Robin, al irrumpir en una casa en la que descubren a los gángsters: “Son demasiados para nosotros, Robin. Marchémonos”, a lo que el Prodigio Juvenil no puede dar crédito. Este tipo de giros argumentales inesperados se repiten cada pocas viñetas a lo largo de las 13 páginas, que llegan a un maravilloso final publicable únicamente antes de la entrada en vigor del Comics Code, pues trata con la mayor naturalidad un prohibidísimo tema que la censura no dejaría pasar a partir de los años 50.

Por cierto, Batman sí resolvió el caso, como siempre, pero el mundo nunca lo sabría.

sábado, 17 de diciembre de 2011

EL HÁNDICAP INVISIBLE


Historieta publicitaria publicada en The Brave and the Bold #64 (febrero-marzo 1966, DC). Autores desconocidos.

viernes, 16 de diciembre de 2011

BATMAN CONTRA ECLIPSO


Todos recordáis a Marcia Monroe, ¿verdad? Sí, hombre, Marcia Monroe, el gran amor de Batman... ¿No? Situémonos. La colección es The Brave and the Bold, publicada por DC. En 1966 está dedicada a publicar team-ups, o sea, alianzas entre sus superhéroes, emparejamientos improvisados entre diversas estrellas. Poco después, pasaría a ser coprotagonizada de forma habitual por Batman, acompañado en cada número por otro superhéroe de la casa. Pero todavía no, aquí en cada entrega había una pareja diferente, y de hecho la aparición de Batman en la cartelera es solamente la segunda de la serie. No importa, lo que importa es que The Brave and the Bold #64 (febrero-marzo de 1966) está coprotagonizado por Batman y Eclipso. Eclipso es un personaje peculiar del que ya hablamos en Mandorla. En realidad, se trata de un supervillano (otro más para nuestra subserie de entradas ¡supervillanos!), que cohabita con un científico heroico, Bruce Gordon (obsérvese que en este episodio Bruce Gordon se encontrará con el alterego de Bruce Wayne y con el inspector Gordon). Por tanto, este Brave and Bold es un poco peculiar, ya que no es tanto una alianza de dos héroes como una clásica batalla de un héroe (Batman) contra un villano (Eclipso).

Pero en realidad, eso tampoco importa.

El guión es de Bob Haney y el dibujo de Win Mortimer. No aparecen acreditados en ningún lugar del tebeo. Son dos profesionales con trabajos apreciables, aunque tal vez éste no sea su mejor momento. Pero eso tampoco importa.

Lo que importa es que en la primera página de la historia nos encontramos con una situación que inmediatamente nos deja desconcertados. Una chica que está en los muelles es víctima de un atentado con flecha. Batman la salva. Y al final ella cae en sus brazos. Batman exclama «¡Marcia! ¡Querida!», y ella: «¡Batman! ¡Oh, amor mío!» Y se funden en un beso. ¡Arrea!


El desconcierto es tal que ni siquiera reparamos en detalles como que Batman diga cosas tales que: «¿Por qué ese buitre del arco estaba intentando ventilar tu bello torso?» Y además que lo diga con la boca llena (de lengua). Lo que importa es: ¿Quién es esta Marcia y que hace besando a mi enmascarando?

En la página siguiente ella nos cuenta que está en posesión de una joya llamada el Gato Esmeralda, que fue robada hace poco del Museo Municipal. El autor del robo fue Nicky Jarvas, el novio que tuvo Marcia después de Batman. ¿El móvil? Quería demostrar a su chica que él valía tanto como Batman, y ya sabemos que la mejor manera de demostrarlo es robando joyas, claro. El caso es que el robo de la esmeralda atrajo sobre Nicky la atención del sindicato del crimen Cyclops, y sus agentes le mataron. La última voluntad de Nicky fue que la joya fuera devuelta a su legítimo lugar en el museo, como si no hubiera pasado nada. ¿Sería Batman tan amable de hacerle el favor a Marcia de ocuparse de esa devolución clandestina? Otro besito más para acabar de convencer al murciélago solitario, y entonces éste recuerda los buenos viejos tiempos. Marcia, una niña rica mimada al estilo Paris Hilton, se había subido a un puente provocando un altercado público, y Batman tuvo que rescatarla. Pero una vez salvada la joven heredera, el Señor de la Noche decidió aplicar su severa justicia, condensada en una viñeta que tal vez Christopher Nolan no se atreva a llevar nunca al cine:


A la mañana siguiente, Bruce Wayne ve la foto en el periódico y se ríe de la humillación a la que sometió a la jovencita. ¡Ha-ha!:


Sin embargo, Marcia reacciona bien a los azotes (omito comentario alguno sobre el mensaje subyacente), y decide convertirse en justiciera, inspirada por el ejemplo de Batman, «el primer hombre al que puedo admirar». Durante las semanas siguientes, el dúo que patrulla la ciudad no es Batman y Robin, sino Batman y Marcia, a la que no sabemos si el Caballero Oscuro también llamará la Chica Maravillas en la intimidad del Batmóvil. Como vemos, en apenas una viñeta Batman ya se ha ilusionado como una quinceañera y está haciendo planes de matrimonio, pero... oh, amarga decepción, la pécora de Marcia le deja plantado y Batman, despechado, llora sin consuelo mientras los policías cuchichean en su coche patrulla.


El caso es que claro, cómo no, pelillos a la mar, vivamos el hoy. Batman se presta a devolver la joya al museo, y todo sale bien. O eso creía él. Al día siguiente, cuando espera reunirse de nuevo con Marcia, se encuentra por sorpresa con una encerrona que le tiende la policía, con el inspector Gordon a la cabeza, acompañado de «suficiente policía para proteger a un dictador de visita», lo cual, si me permiten decirlo, me parece una comparación un poco extraña para que le venga a la cabeza a un superhéroe de un país democrático. La cosa es que Gordon ha recibido una foto donde parece que Batman está precisamente robando la joya, y por tanto se ve en la obligación de arrestar al Detective Enmascarado. Vosotros, que habéis leído a Frank Miller, pensaréis que éste es el momento en que Batman le rompe la nariz a Gordon de un codazo y luego salta sobre los cráneos de quince policías vestidos con chaleco antibalas y huye protegido por una nube de murciélagos salidos de una caverna del infierno. Pues no. Este Batman se entrega sin resistencia, entra dócilmente en su celda y... se echa a llorar. Otra vez.


A todo esto, dijimos que el titular era «Batman contra Eclipso», y a las 10 páginas de historia todavía no hay ni rastro de Eclipso. ¿Dónde está? Pues en Solar City, o mejor dicho, en los restos de Solar City, donde están a punto de vivir un eclipse solar que liberará al villano. Tomando precauciones para impedirlo, Bruce Gordon, «benefactor de la humanidad», se ha atado a una silla para que sus aliados puedan bombardearlo con luz durante el fenómeno natural y así impedir que surja el monstruo. Pero justo entonces, un «extraño ser abeja» entra volando por la ventana. ¿Quién hubiera esperado que justo entonces apareciese un hombre abeja volador? Y luego otro y otro. Entre todos, le arrean un trompazo al profesor y se llevan a Eclipso con ellos. En la última viñeta descubrimos una escena que, según parece, se celebra en la sede de Apis Enterprises, un rascacielos que nos han presentado en la página anterior. La Reina Abeja aparentemente baila flamenco ante una reunión de hampones, todo bajo la supervisión de un enorme globo ocular que no sabemos si flota en el aire o está clavado en la pared.


Y ahora es cuando la cosa se pone realmente interesante. La Reina Abeja, que trabaja para Cyclops (los que mataron al novio de Marcia, ¿recordáis?), con la ayuda de Eclipso, monta una ola de crímenes en Gotham City. Batman se entera mientras está entre rejas y decide escapar por fin de su celda. No preguntéis cómo, no importa. Llega al rascacielos de Apis, donde es capturado por un matón moliente y corriente. Lo arrojan al mar, se sube a una barcaza de basura, y finalmente escapa zambulléndose de nuevo mientras la policía lo tirotea. No son estos días los que han labrado la leyenda del Señor de la Noche. Mientras tanto, Bruce Gordon llega a Gotham y ofrece su ayuda al comisario Gordon para capturar a Eclipso. Esto, en realidad, tampoco importa demasiado. Lo importante es que cuando Eclipso, hinchadísimo por sus victorias, intenta beneficiarse a la Reina Abeja, y ésta lo rechaza, ambos se ven sorprendidos por la repentina intromisión de un encapuchado que irrumpe en la sala a través del Globo Ocular gigante.


Aunque en principio Eclipso y la Reina Abeja lo toman por un agente de Cyclops, la mascarada dura poco (dos viñetas, para ser exactos). En realidad se trata de Batman, que pierde el disfraz rápidamente, y con él la dignidad. Descubierto, intenta huir como una rata, pero Eclipso lo caza en una trampa. Ya sabemos que este Batman responde mal a las situaciones de estrés.


Afortunadamente, cuenta con la inesperada ayuda de la propia Reina Abeja, que lo rescata, revelándose como... ¡Marcia! ¡Marcia Monroe en persona! ¡Lo inesperado se hace realidad en este sorprendente tebeo! Y lo más sorprendente es que la revelación llega porque... porque a Batman se le ocurre, sin más.


A partir de ahí, la Reina Abeja-Marcia (¡es Marcia, sí!) huye y ya nos encaminamos hacia el gran enfrentamiento final entre Batman y Eclipso. Un enfrentamiento que se producirá en la fachada del rascacielos, después de que Batman acceda a ella atravesando el panel de cristal con la cabeza. Bueno, al fin y al cabo, como él mismo grita, es una suerte que «construyan estos nuevos edificios con paredes de cristal». Niños, no hagáis esto en casa.


Y bueno, el resto ya  no importa. El doctor Gordon arroja una granada de luz y reabsorbe el cuerpo de Eclipso dentro del suyo delante de unos doscientos testigos, pero sin que nadie lo vea, de manera que puede conservar su identidad secreta, y Batman medita finalmente sobre el destino doloroso de Marcia, aunque en esta ocasión consigue contenerse y no echarse a llorar.

Y eso es todo, amigos. Por esto es por lo que adoro los tebeos. Por esto es por lo que estoy escribiendo hoy este blog. Vosotros sabréis por qué lo leéis. Eso es lo que importa.