jueves, 3 de junio de 2010

PARA EMPEZAR

Me lo recomendó un amigo que no es sospechoso de ñoñería y no se equivocó. Al final (Kókinos, 2010), el cuento para niños que acaban de publicar Silvia Nanclares y Miguel Brieva, es un tesoro. Libro-juego interminable, repleto de lecturas secretas y de detalles significativos, denota un serio esfuerzo por reinventar los tópicos del relato iniciático infantil dotándolos de un significado vivo y actual. Y se nota. Se nota la implicación, el compromiso y el talento de los autores en un libro que escapa a la neutralidad a menudo anodina de muchos de los productos que genera ese inmenso sector del mercado. Brieva es Brieva al 100%, con su característico despliegue gráfico obsesivo que utiliza para crear un mar de fondo a través del cual filtrar a los niños su habitual crítica a la sociedad de consumo, pero al mismo tiempo es un Brieva menos irónico, que acude sinceramente al rescate de los chavales perdidos y sin mapa en el país de los productos falsos.

Por supuesto, éste no es un blog de literatura infantil, pero es que Al final también es interesante para los adultos que estamos muy metidos en los tebeos. Y no sólo porque su autor sea uno de nuestros historietistas más importantes ahora mismo, sino porque Al final viene a ser otra de esas obras que ponen en cuestión definiciones y conceptos de cómic que venimos arrastrando inercialmente desde hace mucho tiempo. Al final no es realmente un cuento (de prosa) ilustrado. Al final es una narración en imágenes acompañada de texto. Como 1-Hervir un oso y otros títulos que están apareciendo cada vez con más frecuencia, Al final demanda que revisemos conceptos que habíamos adoptado con demasiada pereza y poca crítica. O abrimos los brazos del cómic a los heterodoxos, o acabaremos atomizando el tebeo en una Babel de viñetas.

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