domingo, 2 de mayo de 2010

HUMOR GROSERO

Casi sesenta años después de su muerte, Milt Gross (1895-1953) está teniendo una buena racha. Su figura se ha revalorizado con el auge de la novela gráfica y el interés por rescatar cómics del pasado en ediciones cuidadas que ayuden a reconstruir una historia más fidedigna de las viñetas. En estos primeros meses de 2010 han aparecido dos volúmenes muy diferentes sobre la figura del humorista neoyorquino: Is Diss a System? (New York Press University, 2010), editado por Ari Y. Kelman, y The Complete Mil Gross Comic Books and Life Story (IDW, 2010), al cuidado de ese espeleólogo del cartoon que es Craig Yoe.
Por supuesto, la obra de Gross que le ha convertido en una figura a rescatar en nuestros días es He Done Her Wrong (1930), la epopeya cómica sin palabras que nos permite verle como uno de los más deslumbrantes precursores de la novela gráfica. He Done Her Wrong (reeditado en 2005 por Fantagraphics) fue la causante de que me acercara a Gross mientras trabajaba en La novela gráfica, y nada más leerla me convencí de que estaba ante uno de los grandes genios de la historieta.
En realidad, Gross es mucho más que He Done Her Wrong, y su olvido en nuestros días contrasta con la fama que le acompañó en vida, donde tuvo un éxito arrollador en la prensa, pero también en otros ámbitos más glamurosos, como el cine, donde se codeó con las estrellas del momento. Un párrafo de Kelman sintetiza la trayectoria de Gross: «Milt Gross murió de un ataque al corazón cuando volvía de sus vacaciones en Hawai en 1953, el mismo año que la televisión se convirtió en el medio de Estados Unidos. Gross, cuyo trabajo abarcó la radio, los comic books, las tiras de prensa, los artículos en periódicos y revistas, los musicales, el cine de Hollywood, las galerías de arte, el cine de animación y los libros, captó en sus caricaturas la estupidez de Estados Unidos durante el periodo de entreguerras. Con una pluma afilada y un oído aún más agudo, Gross aprovechó todas las oportunidades para quitarle los aires a la arrogancia de los americanos, subrayar el humor de la soberbia y parodiar la lógica de la cultura popular americana. La obra de Gross abarcó el periodo en el que los medios de masas americanos pasaron de la imprenta al sonido, del vodevil a la radio, de las películas mudas a las sonoras. Vio cómo la caricatura evolucionaba de espectáculo de feria a la primera plana y de los mostradores de las tiendas de barrio a las grandes películas».
El libro de Kelman se centra en las aportaciones de Gross al habla popular, que parodió con sus mezclas de yiddish e inglés, forjando en ocasiones un nuevo lenguaje (se podría comparar, aunque de lejos, con algunos de los hallazgos lingüísticos de la Escuela Bruguera en España), y su título -Is Diss a System?-, que es una de las expresiones más famosas inventadas por Gross, nos recuerda que la obra de este humorista, aunque superficialmente olvidada, ha corrido en una veta continua y oculta que llega hasta la tradición más importante de nuestros días: revisad la seminal portada de Zap Comix 1, de Robert Crumb, y veréis al fondo a un personajillo que entona el célebre lema de Gross.
Quizás resulte curioso que un autor que hoy es recuperado por su valor lingüístico para la tradición cultural judeoamericana y que se estudia en los llamados estudios aurales, nos haya dejado sin embargo una gran obra de dibujo sin palabras como He Done Her Wrong. Tengo la impresión de que Gross era uno de esos talentos desbordantes y fecundos que tenían que estar continuamente produciendo, y haciéndolo de las maneras más diversas. Eso explicaría también que un artista de su reputación se metiera a hacer comic books después de la guerra. Recordemos que los comic books eran el escalón más bajo (en cuanto a prestigio) en la jerarquía de las viñetas. Es el material de esos comic books el que se recopila en The Complete Milt Gross Comic Books and Life Story, un volumen fascinante como poco.
La participación de Gross en el negocio del comic book también tuvo sus peculiaridades, como no podía ser de otra manera. En 1947 produjo un tebeo titulado Milt Gross Funnies, lo que según Yoe le convierte en el primer dibujante de cómics en dar título a un tebeo con su propio nombre (excluyendo, por supuesto, a Walt Disney, que ya sabemos que no dibujaba las historietas que aparecían en sus revistas). Aún más, la publicación era una coedición entre ACG y el propio Gross, lo que le pone prácticamente en situación de estarse autoeditando y vendiendo su propia firma de autor como reclamo comercial en plena posguerra. No es de extrañar, pues, que Gross despierte cada vez más interés desde el punto de vista de la novela gráfica contemporánea.
Ahora bien, más allá de todas las circunstancias históricas y biográficas, lo que nos queda hoy son las historietas, y las de The Complete Milt Gross Comic Books and Life Story justifican plenamente su vigencia en nuestros días. El humor de Gross es demencial y atropellado, irreverente y nada infantil. Una de sus series es «That's My Pop», protagonizada por un padre de familia vago y dormilón, fanfarrón y con una visión excéntrica y lúdica de la vida que en algún momento podría recordar al M. Hulot de Tati, si Tati pasara de la sonrisa inteligente a la carcajada estridente. «Count Screwloose» es un loco -como el genial Carioco de Conti, uno de mis personajes favoritos de Bruguera- que en las primeras páginas de cada historieta escapa de la forma más azarosa e involuntaria del manicomio en el que está encerrado, y a continuación es contratado para algún trabajo absurdo en cuyo desempeño acaba provocando el previsible y cómico desastre. «Pete the Pooch» es un perro chiflado odiado por sus amos, que siempre intentan (en vano) abandonarle en casa, para verse inevitablemente frustrados por el can fugado, que es una catástrofe cuadrúpeda. En general, todos los personajes de Gross están como una regadera.

Diría que en este tomo hay incluso algunas obras maestras oscuras del humor. Por ejemplo, la historieta en que a un tipo le dice el médico que está perfectamente de salud y que puede comer de todo sin problemas, salvo kumquats. El buen hombre, feliz, ni siquiera sabe qué son los kumquats, pero a partir de ese momento su obsesión por dicha fruta irá creciendo hasta que no pueda resistirse a probar uno, sólo porque es lo único que le han prohibido. Por supuesto, inmediatamente se muere. En otra historieta, Count Screwloose toma un trabajo de vendedor de sombreros de mujer a domicilio, e intenta convencer a una mostrenca ama de casa cargada de críos de que determinado modelo le sienta muy bien. Ella no está segura y teme que le haga gorda. Para asegurarse de que no es así, pregunta a todos sus vecinos, uno por uno, si el tocado le hace parecer gruesa. El desenlace (que omitiré) es brutal, pero por el camino nos deja una escena que hoy en día sería impublicable, cuando pide su opinión a un matrimonio que está moliéndose a palos. Mientras estos siguen intercambiando golpes violentísimos, sonríen a su vecina y le dicen que no, que el sombrero no le hace gorda para nada (véase imagen sobre este párrafo). Humor grosero, sí; humor de Gross.
La forma obvia de iniciarse en Milt Gross es a través de He Done Her Wrong, que además tiene la ventaja de no necesitar el conocimiento de idiomas. Pero para quien quiera ir más allá, este The Complete Milt Gross Comic Books and Life Story es un verdadero tesoro. Uno de tantos que estamos empezando a desenterrar ahora que nos tomamos en serio los tebeos. Empezando por los de risas.

2 comentarios:

Pepo Pérez dijo...

Al fin me entero de dónde venía lo de Is Diss a System?
Curiosísimo. Acabo de pedirme el volumen, por ciertum.

Santiago García dijo...

Que quede claro que yo recomiendo empezar por "He Done Her Wrong", un verdadero monumento del cómic.