martes, 6 de abril de 2010

POSTHUMANO

Desde hace unos meses, Apa Apa ha asumido en nuestro país el papel de editorial de cómic de vanguardia, y ahora acaba de hacer el esfuerzo de traernos un manga de vanguardia, lo cual confirma su compromiso con una posición artística insobornable y hace que les deseemos la mejor de las suertes posibles, porque la van a necesitar para abrirse camino en nuestro mercado con este tipo de productos extraordinarios.
A lo que vamos, Viaje (Apa Apa, 2010), de Yuichi Yokoyama, es una novela gráfica sin texto y sin un argumento evidente. Lo que se nos narra es el viaje en tren que realizan tres pasajeros anónimos, y el viaje en tren carece de sucesos o accidentes notables. Toda la atención se va en detalles nimios del decorado y los personajes que aparecen en el trayecto, pero sin ningún tipo de desarrollo dramático en el sentido clásico (hay cierto dramatismo gráfico, eso sí). Al final del libro aparecen unas notas del autor que son como comentarios descriptivos de lo que aparece en las viñetas.
Quien necesite un argumento convencional, un significado discernible o una simbología evidente en este libro, no debería tener muchas dificultades para encontrarlo: Los tres adustos conductores del tren serían los hados que guían a los pasajeros por el viaje de la vida, un viaje que no podemos detener ni desviar, y en el que nos sentimos incapaces de conocernos, aislados en un mundo puramente físico. El final del viaje es el rompeolas, el mar, un símbolo clásico de la muerte y el más allá.
Ahora, quien quiera saber de qué va de verdad Viaje tendrá que aceptar como tema el movimiento -no sólo el del tren, siempre hacia delante, sino el movimiento interno de los pasajeros dentro del tren-, tendrá que aceptar las texturas y las líneas cinéticas (en New Engineering, la obra anterior de Yokoyama publicada en Estados Unidos, también las onomatopeyas tenían un protagonismo principal, pero aquí han desaparecido), tendrá que aceptar el propio lenguaje del cómic como asuntos sobre los que versan estas páginas. Todo lo demás, todo lo humano, todo el contenido que normalmente se considera origen y fin de una obra, es completamente irrelevante aquí.
No se me ocurre otra palabra para definir Viaje más que posthumano. Podría decir que la fascinación de Yokoyama por los mecanismos y su funcionamiento recuerda a los cuadros maquinales de Francis Picabia, pero como estamos hablando de tebeos, lo primero que me ha venido a la mente han sido los ingenios imposibles de Rube Goldberg o, mejor todavía, los inventos del Profesor Franz de Copenhague. No es que Yokoyama esté influido por nada de esto -todavía no he llegado al punto de decir semejantes tonterías-, sino que, como en los inventos del Profesor Franz, en las páginas de Yokoyama la máquina parece cobrar una vida propia y escapar del control del humano que, aparentemente, la puso en funcionamiento, pero que ahora es sólo parte del decorado, o, peor aún, sólo un engranaje más. Un mecanismo al servicio del mecanismo.
El verdadero protagonista de Viaje es el tren, pues, y no sus pasajeros. Todo parece contado desde su punto de vista, desde los ojos sin ojos de ese ensamblaje de hierro, cables, plástico y vidrio. Los pasajeros se muestran serios, decididos y enérgicos en sus movimientos. Cada detalle parece importante, cada mirada, siniestra. Pero es como si lo estuviéramos viendo todo a través de un ojo alienígena que no entiende el comportamiento humano y por tanto sospecha que todo lo casual es deliberado, todo lo nimio, trascendental.
Hablar de vanguardia japonesa en cómic es situarnos en un terreno muy alejado de nuestra experiencia, y nos faltan referentes para acabar de entender por completo su significado. En la antología Robot que publicó Glénat, en las páginas espeluznantes de Shintaro Kago que hemos visto por internet, hemos intuido propuestas tan extrañas o tan extremas como la de Yokoyama. Hace poco, comentaba en este mismo blog The Box Man, un manga de Imiri Sakabashira publicado en Estados Unidos y todavía inédito en España que parece compartir cierto espíritu con este Viaje. Sin embargo, en la entrevista con el autor que se incluye al final de Viaje, Yokoyama no cita ningún cómic como referencia, sino que se presenta a sí mismo como artista plástico que ha elegido la historieta como medio por conveniencia. En esa entrevista habla de su deseo de transmitir «nueva información», algo que perdure y no sea simplemente «oficio», que es una cosa en la que coincide con el gran maestro de la vanguardia norteamericana, Chris Ware. Yokoyama revela también en sus palabras una intención mesiánica, una visión de sí mismo como artista heroico, y como transmisor de visiones que le llegan desde la trascendencia. Una visión del arte un tanto caduca, que recuerda un poco cómo se presentaba Dalí, que intentaba interpretar sus propias visiones mediante el método paranoico-crítico. La diferencia es que Yokoyama sólo intenta describir.
Creo que todavía no estamos en condiciones de entender mucho más a Yokoyama, lo cual es maravilloso porque preserva su sacrosanto misterio. Sé que muchos se preguntarán por qué querríamos leer un tebeo que no tiene argumento, un tebeo que no nos cuenta una historia. Por lo mismo por lo que miramos por la ventanilla cuando viajamos: para ver qué viene a continuación.
LA RECEPCIÓN DE YOKOYAMA: La publicación de Viaje en español ha provocado una pequeña plaga de reseñas. Como fenómeno extraño que es, Yokoyama ha estimulado a los críticos y blogueros de cómic a dar lo mejor de sí mismos, porque, efectivamente, se presta a tantas interpretaciones que todo el mundo se anima a jugársela a cambio del premio de ser reconocido como el que por fin desentrañó el misterio inexplicable. Sí, es cierto que Viaje funciona como un test de Rorschach para que la gente se retrate en su ansia de ser el más listo de la clase, pero si nos dejamos de cinismos, también es cierto que la cantidad de (acalorados) comentarios que ha suscitado esta obra también demuestra que aquí la gente tiene ganas de hablar de tebeos, y de hablar de tebeos en serio. Que muchos lectores están dispuestos a dejarse sorprender y que reaccionan de manera formidable ante el desafío. Es más, es obvio que estaban deseando recibir desafíos que no llegan con tanta frecuencia como sería deseable. En todo caso, como Viaje es una obra abierta a todos, recomiendo darse un paseo por los siguientes posts y sus correspondientes comentarios. Ahí está la blogosfera española, candente y en todo su esplendor:
Viaje en entrecomics.

4 comentarios:

elpablo dijo...

lo del 'post-futurismo' de 13 millones de naves me ha gustao, sí.

Álvaro Pons dijo...

No creo que sea cuestión de ser "el más listo de la clase" o de ser "reconocido como el que por fin desentrañó el misterio", sino simplemente, como bien dices, de aprovechar el guante echado por Yokoyama para ir un paso más allá y debatir sobre la profunda riqueza de la historieta. Lanzándose a la piscina sin red, como Yokoyama, las posiblidades son infinitas... :)

Manel Fontdevila dijo...

Creo que la magia del viaje está, precisamente, en este no entender y a la vez sentir que Yokoyama habla del mismo mundo en el que vivimos nosotros. En la experiencia absolutamente sensorial de su lectura. Diría que, más que el tren, es el propio movimiento el protagonista de todo. Y la tensión que consigue con un millón de recursos que dan para varias lecturas. El final me parece fascinante, casi de chiste: todo se mueve hasta que se llega al mar. Es un choque violento, un desenlace de impacto al estilo del Planeta de los Simios, o más.

Por otra parte, reconozco que algunas de reseñas (y comentarios a ellas) que he leído sobre este tebeo me provocan un cierto tedio. Bueno, no sé si es el adjetivo adecuado. Pero prefiero recordar "Viaje" como algo mucho más físico, más emocional. Según qué tipo de análisis me parecen hasta una auténtica impostura. Lo cual no quita mérito al fenómeno, claro.

13 millones dijo...

pues yo creo que con el recurso del test de Rorschach la has clavado bastante.
Es verdad también (y hablo por mi) que a algunos se nos ha ido la pinza intentando reseñar este tebeo; pero me parece que eso es bueno, sobretodo para Yokoyama, signfica que lo que hace es algo condenadamente revelador