martes, 6 de abril de 2010

EL BUENO

Uno de esos acontecimientos editoriales que pasan inexplicablemente desapercibidos en nuestro mundillo se ha producido en los últimos meses: ha aparecido el primer tomo de Cuttlas integral (Glénat, 2010), que recopila el material correspondiente a los dos primeros libros del personaje de Calpurnio Pisón, publicados originalmente en 1992 y 1997. El libro tiene un formato y apariencia ideales: grandote para que se vea bien el monigote, pero de tapa blanda para que sea manejable y dúctil, no severo, ni grave, ni novelográfico. Más o menos como es el propio Cuttlas.
Este primer Cuttlas es deslumbrante, imaginativo y lúdico, como la mayor parte de la vanguardia. A Calpurnio le chorrean las ideas por las orejas, y según lo leía a mí me daban ganas de sacar una libreta para ir apuntando temas a desarrollar (plagiar) en historietas del Vecino. Porque este Cuttlas es tan rico y generoso que de cada palitroque suyo se puede construir una casa completa. En cada trazo está todo contenido. Igual que la música electrónica que tanto apasiona a Calpurnio es código digital, también lo es Cuttlas, que en muchas ocasiones funciona como una recombinación de piezas. El chiste no está (sólo) en el metagénero, sino, sobre todo, en el metalenguaje o el metacódigo. Sí, Cuttlas es vanguardia, pero la vanguardia no tiene por qué ser hermética, puede expresarse en el humor, y eso ya lo sabía Ramón Gómez de la Serna. Que, por alguna extraña razón, me ha venido a la cabeza al pensar en Calpurnio.
Aprovecho para recordar que no hace mucho que Glénat publicó (en un formato completamente distinto, pequeño) el último recopilatorio de la serie (Sólo somos monigotes, 2008), que incluía historietas publicadas en 20 minutos entre 2006 y 2008. El Cuttlas último no está tan fresco, pero sigue siendo una lectura estimulante e ingeniosa. El talento, ya veis, se estira y se estira, y dura y dura...

EL CLUB DEL MONIGOTE: Son nuestra vanguardia, pero casi nunca entran en las discusiones de los entendidos: Calpurnio, Juanjo Sáez, Felipe Almendros... Practicantes del noble y complejo arte del monigote, que además llegan al público (en el caso de Calpurnio y Juanjo, por vías inéditas para los más comiqueros, en el caso de Felipe creo que podría triunfar si tuviera la oportunidad), desdibujan -nunca mejor dicho- un poco la faz de nuestro cómic, con frecuencia demasiado preocupado por problemas de calidad, y poco por problemas de cualidad.

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